R. RUIDO

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La eficacia de todo sistema
comunicacional depende de la
presencia de un paradigma de sentido.
Dicho paradigma funciona como
donador de verdad y distribuidor de
validez, garantiza la consistencia del
conjunto mediante reglas elementales
de construcción y combinación
universalmente aceptadas en un
dominio convencionalmente dado o
lenguaje. De este modo, la
comunicación, como horizonte o
proyecto, responde a una organización
dinámica que intensifica el tránsito
entre la opacidad y la transparencia,
entre la materialidad y el significado.
Horizonte que dicta un postulado de
relación no traumática entre emisor,
receptor, canal, código y mensaje. El
objetivo de dicho tránsito entre la
materialidad y la transparencia puede
ser identificado con el conocimiento,
el control, el dominio, la
transformación o la generación de
espacios de disponibilidad para la
interacción racional con el medio. No
obstante, la opacidad y la materialidad
referidas funcionan como índices de
la fiabilidad de toda estrategia
hermenéutica y comunicacional y de
toda tendencia a la disponibilidad. El
movimiento semiótico y la proyección
semántica se definen, por tanto,
mediante un contexto referencial
abierto a la irrupción inesperada y no
deseada de elementos contaminantes,
dislocaciones, vibraciones irregulares
o interferencias que inauguran un
desfase vagabundo en el interior del
sistema y pervierten la orientación

[...]

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